El Encuentro con la Familia Mexicana: Más Allá de la Amistad, una Hermandad Verdadera
- Carlos Medina
- 20 dic 2023
- 4 Min. de lectura
¡Hola, hola, hola... Amaichiin People, mis ciudadanos del mundo! ¿Cómo están? Sean bienvenidos una vez más a Carlos Spanish Vibes.
Toda esta travesía mexicana se desató a partir de mi estrecha relación con Daniel, mi mejor amigo y hermano, quien proviene de la cautivadora ciudad de Querétaro, México. Al principio, admito que tenía ciertas reservas hacia el acento mexicano y la intensidad de los sabores picantes, pero pronto descubrí que México tiene una manera única de envolverte en su hechizo desde el momento en que pisas su tierra rica en colores y cultura.
Recuerdo claramente cómo, a pesar de mi amor por las rancheras y un buen mariachi, ciertos aspectos como el acento "cantado" no me parecían tan atractivos. Pero ¿quién iba a imaginar que este país, lleno de cheladas refrescantes y margaritas irresistibles, se convertiría en mucho más que un destino turístico? La oportunidad de sumergirme en una nueva cultura y descubrir la autenticidad de su gente se presentó gracias a la familia que elegimos, especialmente a mi hermano mexicano.
Exploraremos cómo esta familia escogida me brindó la oportunidad de enamorarme de México, sus tradiciones, y cómo superé mis primeras impresiones para abrazar plenamente el encanto de esta hermandad verdadera.
Hace más de 14 años, en un acto de pura espontaneidad, me encontré comprando un boleto a México durante las festividades navideñas. La razón detrás de esta decisión fue simple y, en retrospectiva, un tanto impulsiva: conocer a la familia de mi mejor amigo y hermano, Daniel, en Querétaro.
En ese momento, México se revelaba ante mí a través de una lente de clichés cinematográficos, más que como una realidad que pudiera sentir. Las rancheras, el mariachi, los sombreros extravagantes y ese acento mexicano tan característico, todos llenaban mi imaginación. No es que no valorara la rica cultura mexicana, pero mantenía ciertas reservas... especialmente en lo que respecta a la comida picante.
En esa primera incursión al corazón de México, mi viaje no era simplemente turístico; era una adopción en una tierra llena de colores y tradiciones. La Guadalupana, una celebración que con el tiempo aprendería a amar y respetar, marcó mi llegada.
Recuerdo estar parado frente a un inmenso cuadro de la Guadalupana en la iglesia llamada la Inconclusa de Zamora. La magnitud de la experiencia fue abrumadora, mis ojos no pudieron evitar humedecerse ante la emoción y la conexión palpable de ese momento.
La Guadalupana no solo era una celebración religiosa; era un fervoroso homenaje del pueblo mexicano a su patrona, un espectáculo que iba más allá de las paredes de las iglesias y se derramaba por los parques. Las calles vibraban con la energía de la maravillosa celebración, mientras los sonidos de los mariachis entrelazados con los estallidos de fuegos artificiales llenaban el aire.
Las mañanitas, cantadas con pasión y alegría, resonaban en los corazones de los presentes. Aunque yo crecí en una familia católica y no soy practicante ni asisto a iglesias, esta nueva dopamina de alegría y celebración se volvió parte de mi vida.
Marcando también el aniversario de bodas de los padres de Daniel y los cumpleaños de todas las tías Lupitas, la Guadalupana se convirtió en la unión perfecta entre la fe y la celebración familiar. En ese torbellino de emociones, me encontré inmerso, participando en un festejo que trascendía lo religioso y se convertía en una experiencia cultural única, donde la esencia de México se manifestaba con todo su esplendor.
Pero la verdadera joya de la experiencia fue la conexión con la familia de Daniel. Años después, reflexionando sobre aquel primer encuentro, me doy cuenta de que no solo fue una visita, sino una adopción.
Fui recibido con los brazos abiertos y llevado a recorrer diferentes partes del estado: la abuelita, los tíos, los sobrinos, primos y amigos. No solo me limité a explorar Querétaro y Michoacán, mis dos estados preferidos, sino que también me llevaron a descubrir los encantos de los pintorescos pueblos mágicos que se esconden entre estos dos destinos. Cada encuentro fue una muestra auténtica de la hospitalidad y calidez mexicana, una travesía que abarcó desde las animadas calles de Querétaro hasta los vibrantes paisajes de Michoacán.
Aunque nuestras familias no coincidieron físicamente durante 20 años debido a diversos eventos y circunstancias, la conexión se fortaleció con cada viaje y experiencia compartida.
Explorar México se convirtió en una travesía llena de risas, sorpresas y momentos compartidos que enriquecieron nuestra vida y fortalecieron los lazos de una hermandad verdadera. Fue mi ventana de entrada al amor a la mexicana: lleno de pasión, color y la cálida bienvenida de una familia que ahora considero propia.
Finalmente, viviendo en la deslumbrante Riviera Maya, una decisión que nunca imaginamos en aquel momento en la Iglesia de la Inconclusa de Zamora, la reunión de nuestras dos madres fue más que un encuentro; fue una celebración de la vida y la conexión única entre dos locos viajeros.
Celebrando la Vida y la Hermandad en Querétaro
Después de dos décadas de sueños y esperanzas, este año, los planetas finalmente se alinearon para unir a nuestras dos familias en un solo lugar. La magia ocurrió en una hermosa hacienda en Querétaro, llena de historias que resonaban en sus paredes y patios empedrados, el escenario perfecto para festejar el cumpleaños de mi hermano Daniel.
Las risas y charlas llenaron los patios mientras la hacienda se iluminaba con luces parpadeantes y flores vibrantes. Era un día que tejía recuerdos con el presente, creando un tapiz de momentos inolvidables. Aunque anhelábamos que también nuestros padres y hermanas se reunieran físicamente, entendemos que cada pieza en este rompecabezas de la vida tiene su razón, incluso si no siempre la comprendemos.
En la penumbra de la noche, mientras las luces destellaban y la música seguía, nos sumergimos en la magia de este momento compartido.
Las estrellas en el cielo parecían brillar con un fulgor especial, como si también estuvieran celebrando este reencuentro de dos mundos que finalmente se abrazaron en la cálida atmósfera de Querétaro.
En esta hermosa hacienda, celebramos la vida, la hermandad y la promesa de más capítulos por venir. Cada risa, cada lágrima y cada paso que nos trajo hasta aquí merecían ser celebrados. Este reencuentro es más que una celebración; es la culminación de una historia de amor familiar, un recordatorio de que, a pesar de las circunstancias, nuestras almas están conectadas en este rincón especial de Querétaro.
Bizz Bizz y hasta una próxima historia... ¡Viviendo el mundo en, una aventura a la vez!
Chau chau¡!
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